La amenaza de la potachina

Día de transición. Los tres polvorones hemos puesto punto y final a nuestros tres días por el Lago Baikal. Una pena el alejarnos de esos paisajes, sobre todo cuando el camino de vuelta es en otro famoso bus de la muerte. ¿Sabéis eso de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer? Pues eso. El conductor de hoy ha hecho en 35 minutos un recorrido que el otro día hicimos en más de una hora. En el Interior hemos tenido que jugar al tetris sin querer (poníamos piernas, brazos y culo por donde podíamos) y hemos asistido a lo más parecido a un rave. “Musicón” y unos botes que los escacharrados cinturones de seguridad eran incapaces de controlar. Y si no fuera suficiente ese panorama durante casi 5 horas (trayecto en ferry incluido), tuvimos delante a una china -no sé de donde sería pero tenía ojos rasgaditos-a punto de vomitar. La bautizamos como la “potachina”.

La pobre chica se estaba volviendo blanca de la velocidad que llevábamos y de los baches que pasábamos. Y los tres polvorones, como no, estábamos situados delante. Teníamos todas las papeletas de llevarnos la “potachina”... Lógicamente, en cuanto pudimos nos cambiamos de sitio... y ella se puso al lado de la única ventana que se abría y se chutó un poco. Ese movimiento hizo que hasta en tres ocasiones estuviera también a punto de irse al suelo cuando el conductor abría de forma automática la puerta sin avisar.

En estos últimos días hemos conocido a gente nueva y de apariencia más agradable. Hasta hoy una rusa que estaba alojada donde nosotros -había varias casitas para distintos grupos- me ha dado un abrazo cuando nos marchábamos. Nos hemos quedado con la boca abierta, acostumbrados ya al carácter cítrico que tienen (yo soy polvorón de limón, pero es pura fachada). También hemos conocido a dos chicos, un alemán y un italiano (sí, este blog cada vez se parece más a un chiste), que están viajando por el mundo. El primero, que nos servía un poco de traductor porque sabía algo de ruso, nos ha dicho que va a estar dos años de aventura. ¡Qué suerte! Y el segundo, nos ha dicho que no trabajaba porque se había marcado el reto de ir de Italia a Australia sin coger un avión. ¿Qué os parece? Y yo marcándome el reto de conseguir ahorrar algo a fin de mes... otro afortunado más.

Por la tarde, sanos y salvos ya en Irkutsk, hemos ido a ver en bus -en un ejercicio de masoquismo extremo después del viaje de por la mañana- el rompehielos Angara.

Yo ya he avisado a mi madre que cuando vuelva a Madrid me voy a hacer del club del patinete por dos razones:

1. Si sobrevivo a esto es que tengo siete vidas como los gatos

2. Estoy harta de buses y trenes. De hecho, mientras escribo estas líneas estamos en otro bus volviendo a la estación de tren para pasar la noche en él y amanecer a eso de las 4:45 de horas de la mañana (22:45 horas en España)en Ulán-Udé, el último destino en Rusia.

Un abrazo grande :)